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Se cuenta que después del 11 de septiembre de 2001, durante una reunión matutina, el jefe de seguridad de una compañía de Manhattan, en la ciudad de Nueva York, comenzó a contar la historia de algunos de los sobrevivientes de los ataques perpetrados contra las Torres Gemelas. La mayoría de los empleados que se salvaron habían llegado tarde al trabajo ese día por razones que por lo regular tildaríamos de pequeñeces.
El presidente de la compañía llegó tarde ese día debido a que había llevado a su hijo a su primer día en el kindergarten.
Uno de los empleados sobrevivió porque ese día le tocaba comprar los pasteles para el refrigerio matutino, así que había pasado por la panadería.
Una mujer llegó tarde porque no le sonó la alarma del despertador.
Un hombre llegó tarde debido a una congestión en la autopista de Nueva Jersey que se produjo a causa de un accidente automovilístico.
Otro no llegó a tiempo a la parada para tomar el autobús acostumbrado.
Una secretaria se manchó la ropa al desayunar, y tuvo que dedicar tiempo para cambiarse a último momento.
El auto de un hombre no quiso arrancar esa mañana.
Una mujer, en el momento en que iba a salir de su casa, oyó el timbre del teléfono y entró para contestar la llamada.
Uno de los empleados tenía un hijo que hizo todo muy lentamente esa mañana, de modo que no estaba listo para la escuela como de costumbre.
Otro no logró que un taxi se detuviera y lo llevara oportunamente.
Y, tal vez el colmo de la buena suerte disfrazada de mala, un hombre se puso un nuevo par de zapatos esa mañana, pero en el camino a Manhattan se le formó una ampolla en uno de los pies, de modo que entró en una farmacia para comprar una curita.
¿Qué podemos aprender de las historias de esos sobrevivientes? El sabio Maestro, hijo del rey David, subraya las siguientes lecciones en el libro de Eclesiastés:
¿Qué provecho saca el hombre de tanto afanarse en esta vida?
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En la tierra suceden cosas absurdas, pues hay hombres justos a quienes les va como si fueran malvados, y hay malvados a quienes les va como si fueran justos.
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Al dedicarme al conocimiento de la sabiduría y a la observación de todo cuanto se hace en la tierra, sin que pudiera conciliar el sueño ni de día ni de noche, pude ver todo lo hecho por Dios. ¡El hombre no puede comprender todo lo que Dios ha hecho en esta vida! Por más que se esfuerce por hallarle sentido, no lo encontrará; aun cuando el sabio diga conocerlo, no lo puede comprender.
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Vi además que nadie sabe cuándo le llegará su hora. Así como los peces caen en la red maligna y las aves caen en la trampa, también los hombres se ven atrapados por una desgracia que de pronto les sobreviene.
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¿Qué provecho saca quien trabaja, de tanto afanarse? ... Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin.1
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(Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas)
Sucedió en una ciudad venezolana fronteriza con Colombia, donde se habían ocultado no menos de 1.940 kilos de cocaína, a la espera de su traslado a Estados Unidos. Así lo confirmaron los voceros de los cuerpos policíacos que tuvieron la suerte de descubrir aquella droga en manos de una poderosa red de narcotraficantes. La red, que tenía nexos con algunos de los carteles colombianos, logró falsificar la firma del canciller venezolano y crear documentos oficiales para «exportar» la cocaína oculta en 110 bultos de libros religiosos.
Los primeros 60 kilos de cocaína, de un total de dos toneladas, llegaron al aeropuerto internacional de Maiquetía procedentes de San Cristóbal. Como se presumía que se trataba de una valija diplomática, la droga escondida en los bultos de libros pasó todos los controles policiales y aduaneros de la terminal aérea. Todo estaba en orden, salvo un pequeño detalle. «¿Cómo era posible —se preguntaron los empleados del Ministerio de Economía— que personal tan calificado de la Cancillería no supiera cómo escribir la palabra “convenio”?» Efectivamente, aquellos traficantes de drogas, pero no de palabras, habían cometido la imperdonable falta ortográfica de escribir «conbenio» (con «b» larga) por «convenio» (con «v» corta) en el documento de exportación. Si no hubiera sido por eso, es probable que los agentes de la aduana no habrían vuelto a revisar los bultos, ni habrían encontrado entre los libros los 60 kilos de cocaína.1
Así como la policía procura «adivinarles la jugada» a los narcotraficantes, también nosotros los padres terrenales hacemos lo posible por anticiparnos a las malas acciones de nuestros hijos a fin de evitar que nos engañen, pero no podemos garantizar que así sea. En cambio, es imposible engañar a nuestro Padre celestial. A las autoridades de esta tierra podemos ocultarles un sinnúmero de transgresiones de la ley humana, pero a nuestra autoridad celestial no podemos ocultarle ni una sola transgresión de su ley divina.
En el Salmo 32 David afirma: «Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño.» Al igual que el salmista, en vez de procurar ocultarle a Dios nuestras faltas, busquemos arrepentidos el perdón de nuestros pecados. Así podremos testificar como David: «Te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: “Voy a confesar mis transgresiones al Señor”, y tú perdonaste mi maldad y mi pecado.»2
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EL
EXTRAÑO
Unos cuantos años
después que yo naciera, mi padre conoció a un extraño, recién llegado a nuestra
pequeña población.
Desde el principio,
mi padre quedó fascinado con este encantador personaje, y enseguida lo invitó a
que viviera con nuestra familia.
El extraño aceptó y
desde entonces ha estado con nosotros.
Mientras yo crecía,
nunca pregunté su lugar en mi familia; en mi mente joven ya tenía un lugar muy
especial.
Mis padres eran
instructores complementarios:
Mi mamá me enseñó
lo que era bueno y lo que era malo y mi papá me enseñó a obedecer.
Pero el extraño era
nuestro narrador.
Nos mantenía
hechizados por horas con aventuras, misterios y comedias.
Él siempre tenía
respuestas para cualquier cosa que quisiéramos saber de política, historia o
ciencia.
¡Conocía todo lo
del pasado, del presente y hasta podía predecir el futuro!
Llevó a mi familia
al primer partido de fútbol.
Me hacía reír, y me
hacía llorar.
El extraño nunca
paraba de hablar, pero a mi padre no le importaba.
A veces, mi mamá se
levantaba temprano y callada, mientras que el resto de nosotros estábamos
pendientes para escuchar lo que tenía que decir, pero ella se iba a la cocina
para tener paz y tranquilidad.
(Ahora me pregunto
si ella habrá rogado alguna vez, para que el extraño se fuera.)
Mi padre dirigió
nuestro hogar con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sentía
obligado para honrarlas.
Las blasfemias, las
malas palabras, por ejemplo, no se permitían en nuestra casa Ni por parte de nosotros, ni de nuestros
amigos o de cualquiera que nos visitase.
Sin embargo,
nuestro visitante de largo plazo, lograba sin problemas usar su lenguaje
inapropiado que a veces quemaba mis oídos y que hacía que papá se retorciera y
mi madre se ruborizara.
Mi papá nunca nos
dio permiso para tomar alcohol.
Pero el extraño nos
animó a intentarlo y a hacerlo regularmente.
Hizo que los
cigarrillos parecieran frescos e inofensivos, y que los cigarros y las pipas se
vieran distinguidas.
Hablaba libremente
(quizás demasiado) sobre sexo.
Sus comentarios
eran a veces evidentes, otras sugestivos, y generalmente vergonzosos.
Ahora sé que mis
conceptos sobre relaciones fueron influenciados fuertemente durante mi
adolescencia por el extraño.
Repetidas veces lo
criticaron, mas nunca hizo caso a los valores de mis padres, aun así,
permaneció en nuestro hogar.
Han pasado más de
cincuenta años desde que el extraño se mudó con nuestra familia.
Desde entonces ha
cambiado mucho; ya no es tan fascinante como era al principio.
No obstante, si hoy
usted pudiera entrar en la guarida de mis padres,
Todavía lo
encontraría sentado en su esquina, esperando por si alguien quiere escuchar sus
charlas o dedicar su tiempo libre a hacerle compañía...
¿Su nombre?
Nosotros lo
llamamos....... Televisor!!
Nota:
Se requiere que
este artículo sea leído en cada hogar.
¡Ahora tiene una
esposa que se llama Computadora!!
...y un hijo que se
llama Celular!
con el agravante
que el nieto pinta ser el peor de todos, el SMART PHONE
Las 6 Marcas de un buen Papá
![]() |
| El Mejor Regalo Del Día Del Padre |
Boswell, el famoso escritor de biografías, habla de un día en que su padre le llevó a pescar. Más tarde, cuando leyó lo que su padre había escrito en su diario, encontró sólo una frase: “Hoy fui a pescar con mi hijo; ¡fue un día perdido!” El hijo se sintió hundido. Salomón dice: “…la gloria de los hijos(,) [son] sus padres” (Proverbios 17:6b). Aquí encontramos cuatro distintivos de un buen padre:
(1) Protege: Vela por la integridad física de sus hijos cuando son jóvenes y por la salud emocional de ellos a medida que se hacen mayores. Enseña a los hijos varones a respetar a las chicas y tiene una entrevista con los chicos que quieren salir con sus hijas;
(2) Escucha: No como el niño que dijo a su mamá: “Cuando crezca voy a ser igualito a papá. Mis cejas ya están creciendo juntas y cuando la gente me habla, no escucho.” El escuchar construye un puente de por vida al corazón de tu hijo;
(3) Es cariñoso: Nada les infunde más confianza y estima a tus hijos como un abrazo. Si a ti te educaron sin eso, asegúrate que tú no haces lo mismo;
(4) Disciplina: No solamente disciplina a sus hijos, sino que sirve de modelo en la autodisciplina;
(5) Es divertido: No está siempre tan preocupado que es un aburrimiento tenerlo al lado. Recuerda: “El corazón alegre hermosea el rostro” (Proverbios 15:13), ¡así que muestra a tus hijos tu lado divertido!
(6) “Abre el camino”: Lee Strobel, quien anteriormente fue ateo, dijo: “Cuando me hice cristiano, mi hijita de cinco años dijo: ‘Mamá, quiero que Dios haga conmigo lo que ha hecho con papá’ y entregó su vida a Jesús.” Cuando abres el camino a tus hijos, todo cambia.
El Tenedor
Había una mujer
que había sido diagnosticada con una enfermedad incurable y a la que le habían
dado sólo tres meses de vida. Así que empezó a poner sus cosas "en
orden". Contactó a su sacerdote y lo citó en su casa para discutir algunos
aspectos de su última voluntad.
Le dijo cuáles canciones quería que se cantaran en su misa de cuerpo presente, qué lecturas hacer y con qué traje deseaba ser enterrada.
La mujer también solicitó ser enterrada con su Biblia favorita. Todo estaba en orden y el sacerdote se estaba preparando para irse cuando la mujer recordó algo muy importante para ella. "Hay algo más", dijo ella exaltada. "¿Qué es?" respondió el sacerdote. "Esto es muy importante", continuó la mujer. "Quiero ser enterrada con un tenedor en mi mano derecha." El sacerdote se quedó impávido mirando a la mujer, sin saber exactamente qué decir. "Eso lo sorprende, ¿o no?" preguntó la mujer.
"Bueno, para ser honesto, estoy intrigado con la solicitud", dijo el sacerdote.
La mujer explicó: "En todos los años que he asistido a eventos sociales y cenas de compromiso, siempre recuerdo que cuando se retiraban los platos del platillo principal, alguien inevitablemente se agachaba y decía, 'Quédate con tu tenedor'. Era mi parte favorita porque sabía que algo mejor estaba por venir... como pastel de chocolate o dulce de manzana. ¡Algo maravilloso y sustancioso!
Le dijo cuáles canciones quería que se cantaran en su misa de cuerpo presente, qué lecturas hacer y con qué traje deseaba ser enterrada.
La mujer también solicitó ser enterrada con su Biblia favorita. Todo estaba en orden y el sacerdote se estaba preparando para irse cuando la mujer recordó algo muy importante para ella. "Hay algo más", dijo ella exaltada. "¿Qué es?" respondió el sacerdote. "Esto es muy importante", continuó la mujer. "Quiero ser enterrada con un tenedor en mi mano derecha." El sacerdote se quedó impávido mirando a la mujer, sin saber exactamente qué decir. "Eso lo sorprende, ¿o no?" preguntó la mujer.
"Bueno, para ser honesto, estoy intrigado con la solicitud", dijo el sacerdote.
La mujer explicó: "En todos los años que he asistido a eventos sociales y cenas de compromiso, siempre recuerdo que cuando se retiraban los platos del platillo principal, alguien inevitablemente se agachaba y decía, 'Quédate con tu tenedor'. Era mi parte favorita porque sabía que algo mejor estaba por venir... como pastel de chocolate o dulce de manzana. ¡Algo maravilloso y sustancioso!
Así que quiero que la gente me vea dentro de mi ataúd con un tenedor en
mi mano y quiero que se pregunten '¿Qué hará con ese tenedor?'. Después quiero
que usted les diga: 'Se quedó con su tenedor porque lo mejor está por
venir'.."
Los ojos del
sacerdote se llenaron de lágrimas de alegría mientras abrazaba a la mujer
despidiéndose. Él sabía que ésta sería una de las últimas veces que la vería
antes de su muerte. Pero también sabía que la mujer tenía un mejor concepto del
Cielo que él mismo. Ella sabía que algo mejor estaba por venir.
En el funeral la gente pasaba por el ataúd de la mujer y veían el precioso vestido que llevaba, su Biblia favorita y el tenedor puesto en su mano derecha.
Una y otra vez el sacerdote escuchó la pregunta: "¿Qué hará con el tenedor?" y una y otra vez él sonrió. Durante su mensaje el sacerdote les platicó a las personas la conversación que había tenido con la mujer poco tiempo antes de que muriera. También les habló acerca del tenedor y qué era lo que simbolizaba para ella. El sacerdote les dijo a las personas cómo él no podía dejar de pensar en el tenedor y también que probablemente ellos tampoco podrían dejar de pensar en él. Estaba en lo correcto.
En el funeral la gente pasaba por el ataúd de la mujer y veían el precioso vestido que llevaba, su Biblia favorita y el tenedor puesto en su mano derecha.
Una y otra vez el sacerdote escuchó la pregunta: "¿Qué hará con el tenedor?" y una y otra vez él sonrió. Durante su mensaje el sacerdote les platicó a las personas la conversación que había tenido con la mujer poco tiempo antes de que muriera. También les habló acerca del tenedor y qué era lo que simbolizaba para ella. El sacerdote les dijo a las personas cómo él no podía dejar de pensar en el tenedor y también que probablemente ellos tampoco podrían dejar de pensar en él. Estaba en lo correcto.



